Esta cuna Next2me de Chicco fue comprada por Sandra y Andreu en 2015 cuando Jordi nació. Fue la cuna en la que durmió durante sus primeros meses en Sant Feliu de Llobregat. Después fue traspasada a su hermana Laura que la llevó a su piso del Poblenou donde durmió sus primeras noches Pol.

Cuando Pol comenzó a dormir en su habitación, la cuna fue devuelta nuevamente a Sandra que la utilizó para su segundo hijo, Pau, y cuando Laura y Albert tuvieron a Blanca, la historia volvió a repetirse.

La cuna en la casa de Albert y Laura en Les Corts con Pol asomándose

La cuna volvió a salir de Sant Feliu de Llobregat, esta vez para ir a Les Corts a donde Laura y Albert se habían mudado hacía apenas unos meses. Blanca nació el 21 de febrero de 2020 en el Hospital Sant Joan de Deu y estuvo durmiendo en esta cuna durante todo el período de confinamiento hasta el 21 de mayo cuando cumplió 3 meses y se fue a su habitación nueva.

La historia, de momento, termina aquí. Acabo de empaquetar la cuna en su embalaje original y en unos días Andreu y Sandra la volverán a tener con ellos a la espera de lo que le depare el futuro.

Este muñeco lo tengo desde que nací, en 2007. Bueno, 4 meses antes de nacer mis padres ya me lo habían comprado. Lo bautizaron como “BALDUFA”, peonza en español. Es negro, y tiene unos ojos grandes y bonitos.

Sofia y el Baldufa en 2007 – Barcelona

Hace unos años, le pedí a mi abuela de parte de madre que le hiciera una chaquetita. Era roja y yo tenía la impresión de que así “estaría mucho más calentito, y no tendría frío”. Poco después llegó la primavera y ya no hacía frío, más bien calor. Por eso le pedí (exacto, a mi abuela), que me cosiera un vestidito para el calor. Como era primavera, me hizo uno azul flojo con unas flores (también azules) bordadas encima.

Desde ese día, cada invierno le ponía el abrigo, y cuando llegaba el calor lo cambiaba de vestido. Y así durante unos cuantos meses. Pero, como todo el mundo, yo también crezco, y poco a poco, fui dejando aparte a BALDUFA, lo fui olvidando. A día de hoy, ya no le cambio la ropa, ni juego con él, pero lo tengo presente e incluso a veces lo acaricio recordando los viejos tiempos cuando jugaba a cambiarle la ropa dependiendo del tiempo.

Actualmente, es el único muñeco que tengo en la cama, al lado de mi cojín. Le sigo teniendo cierto afecto, al fin y al cabo, ha estado presente en mi vida durante muchos años, y ha sido mi primer juguete.

Mi padre, Alberto Sampietro Garcés, tenía un pequeño trozo de huerto donde cultivaba algunos árboles frutales, patatas, verduras y uva. Yo creo que no tendría más de 10 o 15 vides pero eran suficientes para cada año hacer varias botellas de vino totalmente artesanal y ecológico.

Conseguí rescatar esta antigua botella hace ya algunos años. Es de la vendimia de 2003 y el tipo de uva es Xarel.lo y Garnatxa. El huerto está ubicado en el término municipal de Castellet i la Gornal, en el Alt Penedés, en el límite de la provincia de Barcelona y a menos de un kilómetro de la de Tarragona. La ubicación del terreno donde se cultivó la uva de este vino se puede ver en Google Maps aquí.

El prensado de la uva fue realizado manualmente utilizando sacos de patatas donde se ponía la uva y se retorcía hasta que todo el mosto se había extraído. Todo el resto del proceso era natural sin ningún tipo de químico.

La etiqueta está en muy malas condiciones por lo que no creo que dure muchos años más aunque sí que lo hará su historia gracias al código QR TTH que le he puesto.

Pol Sampietro Tortosa pintó este cuadro el 31 de abril de 2020 en Barcelona en pleno confinamiento debido a la pandemia del Covid-19. El lienzo, de la marca Chely, era blanco y preestirado, realizado con tela 100% de algodón 280GSM, libre de ácidos y con varias capas de gesso (una mezcla de un aglutinante con tiza, yeso y pigmento). Las pinturas, sin mucho secreto son de la marca Jovi para niños.

Los gruesos trazos definidos reflejan la energía inherente en las cosas y en nosotros mismos y como su choque contra las barreras naturales generan una explosión de energía expresada en forma de manos rojas y azules.

Es esta representación casi monumental de la mano izquierda la que cobra mayor significancia en el lienzo y su elevación virtual impacta visualmente con el resto de colores para reclamar el derecho a estar, a existir, y para realzar esa conexión con los trazos verdes superiores que enfatizan el fluir de la energía en nosotros, y sobre como se regeneran en ese mar de indefinición para finalmente volver a florecer con fuerza.

Esta discreta obra de arte tiene una larga historia pese a que pretenda comunicar un mensaje muy sencillo: la soledad de las personas frente a la vida, frente a los problemas.

Lo hice el 28 de septiembre de 2014 con un marco de IKEA y dos piezas bastante antiguas que habían estado conmigo durante hacía ya algún tiempo. El muñeco era uno de esos obsequios con los que Colacao intentaba fomentar sus ventas y llego a casa a principios de la década de 1990 y por aquí estuvo hasta que decidí montarlo junto al polluelo amarillo que me regalaron mis compañeros y amigos de T-Systems cuando en 2008 decidí dejar la compañía.

Representaba en su día la cantidad de “pollos” con los que tuvimos que lidiar durante los casi 10 años en los que permanecí en la empresa, trabajando muchos fines de semana y noches. Esa misma idea y representación es la que intenté plasmar en el cuadro y es que al final ante los desafíos más importantes de la vida, siempre estás tú solo, y aunque pueda parecer un mensaje algo pesimista es sin duda un grito de optimismo al hacer recaer en el ser humano, a nivel individual, la responsabilidad de todo lo que le sucede y darle el mando de todas las decisiones que lo guían a través del camino de la vida. No hay pues, excusa, para hacer de otros los responsables de tu camino, sólo tú. Solo.

Este escritorio fue rescatado de la casa del pueblo de mis abuelos maternos alrededor del año 2000 en Castellet i la Gornal, en la provincia de Barcelona, casi en el límite con la provincia de Tarragona.

El escritorio, muy probablemente, fue comprado alrededor de 1920 y su color original era negro. La madera era y sigue siendo de buena calidad y después de casi 100 años no tiene signos aparentes de carcoma.

En el año 2000 se lijó para quitarle la pintura negra y se pintó la parte de abajo de blanco y la de arriba de color madera. Durante casi 15 años ha sido mi mesa de trabajo en la que tenía mi ordenador, pantalla y teclado en El Masnou.

Alrededor de 2015, por motivos de espacio y ya en Barcelona, retiré del uso cotidiano el escritorio y lo guardé envuelto en plásticos para salvaguardarlo del polvo y la suciedad.

En 2020, hemos decidido darle un nuevo uso y por ello en Fusta Vella, en el Carrer Antic de València, han vuelto a lijarla y la han pintado de color madera.

La mesa estará en nuestra nueva casa en Les Corts, y volverá a ser la mesa en la que tendré mi pantalla, ordenador y teclado, con vista a Sant Pere Martir.

Esta mesa, blanca, fue hecha en 2013 por José Manuel Tortosa y su hija Laura Tortosa en Barcelona reutilizando palés antiguos. Toda su construcción fue artesanal y duró unos 3 días.

Todas las uniones están atornilladas en vez de pegadas para ofrecer mayor seguridad y el cristal está cortado a medida y redondeado en sus vértices para evitar accidentes. Las ruedas son de IKEA.

Durante 4 años fue la mesa de nuestro comedor hasta que nos mudamos a Les Corts donde pasó una buena temporada en la terraza sobre la cual teníamos el terrario de nuestra tortuga, Turch.

En mayo de 2020 pintamos la mesa de color marrón y le aplicamos un protector para resguardarla de la lluvia y el sol.

Fue en algún momento de la década de 1920 cuando Ángela Garcés y Antonio Sampietro decidieron comprar este arcón para no solamente utilizarlo como sistema de almacenado sino también para poder sentarse.

Aunque desconozco la procedencia inicial del mismo, la compra se realizó en la carpintería de Boltaña, en pleno corazón del Pirineo Aragonés, la cual restauró el arcón que probablemente tendría ya más de 150 o 200 años de antigüedad.

Inicialmente era utilizado para guardar la manta y la cabezada de la burra que sirvió de medio de transporte durante muchos años a la familia para llevar aperos al campo e incluso a los niños y tuvo que soportar al menos 3 inundaciones del Rio Ara sin que por ello se viera excesivamente comprometido.

El arcón se ubicó en la antesala que había justo antes de entrar en la cocina en la casa familiar de Margudgued, en el Pirineo de Huesca. Allí, Antonio Sampietro se sentaba a fumar antes de la cena y allí permaneció el arcón hasta 1975 cuando murió y fue trasladado a otra habitación anexa para guardar ropa de cocina y manteles.

Ya hacía algunos años que la casa no tenía burros ni caballos y el arcón se utilizaba principalmente como banco para sentarse.