Este muñeco lo tengo desde que nací, en 2007. Bueno, 4 meses antes de nacer mis padres ya me lo habían comprado. Lo bautizaron como “BALDUFA”, peonza en español. Es negro, y tiene unos ojos grandes y bonitos.

Sofia y el Baldufa en 2007 – Barcelona

Hace unos años, le pedí a mi abuela de parte de madre que le hiciera una chaquetita. Era roja y yo tenía la impresión de que así “estaría mucho más calentito, y no tendría frío”. Poco después llegó la primavera y ya no hacía frío, más bien calor. Por eso le pedí (exacto, a mi abuela), que me cosiera un vestidito para el calor. Como era primavera, me hizo uno azul flojo con unas flores (también azules) bordadas encima.

Desde ese día, cada invierno le ponía el abrigo, y cuando llegaba el calor lo cambiaba de vestido. Y así durante unos cuantos meses. Pero, como todo el mundo, yo también crezco, y poco a poco, fui dejando aparte a BALDUFA, lo fui olvidando. A día de hoy, ya no le cambio la ropa, ni juego con él, pero lo tengo presente e incluso a veces lo acaricio recordando los viejos tiempos cuando jugaba a cambiarle la ropa dependiendo del tiempo.

Actualmente, es el único muñeco que tengo en la cama, al lado de mi cojín. Le sigo teniendo cierto afecto, al fin y al cabo, ha estado presente en mi vida durante muchos años, y ha sido mi primer juguete.